Cuando No Entendemos Por Qué

¿Cuántas veces has pasado por algo duro, algo que se siente como si tu corazón fuera arrancado de tu pecho y no entiendes por qué? Te deja sintiéndote desesperada y buscando respuestas dondequiera que puedas encontrarlas, y te deja cuestionando a Dios. ¿Cómo pudo permitir que me pasara esto, cómo pudo dejarme pasar por esta situación en la que parece que estoy peor que antes?

Recientemente, mi esposo y yo pudimos orar por una familia que había perdido a un hijo recién nacido. Fue una situación muy difícil. Al principio cuando nos dijeron que la familia estaba pidiendo oración por lo que acababan de pasar, inmediatamente me puse nerviosa porque sentí que no tenía nada que darles. No tenía las respuestas que sus corazones anhelaban. Mientras caminaba detrás de mi esposo hacia esta familia después de uno de nuestros servicios, oré: "Dios, no sé qué decir, esto es algo difícil". Los encontramos al final de uno de los pasillos de la iglesia y mi esposo comenzó a hablarles. Inmediatamente sentí que el Señor me decía: “Esta mamá necesita escuchar las palabras de tu historia con Faith”. No Faith, como en la palabra fe, sino Faith, como en mi hija. Verá, hace casi 22 años quedé embarazada de mi tercer hijo, ¡y estaba tan emocionada! Varios meses después de que comenzara mi embarazo, perdí a mi bebé, Faith. Fue una de las experiencias más duras de mi vida. Literalmente sentí que mi corazón había sido aplastado en un millón de pedazos. Rápidamente caí en una profunda depresión durante unos 3 meses. No quería hablar con nadie, no quería salir, dormía todo el tiempo, no comía, no vivía. Solo estaba sobreviviendo en mi dolor. No podía entender por qué Dios había permitido que me pasara esto. Estaba enojada, estaba amargada, estaba en una severa agonía emocional. Durante esos 3 meses, todo en lo que podía concentrarme era en el por qué. El dolor me llenó y abrumó mi vida durante ese tiempo tan oscuro, y no veía un final para ello.

Entonces, un día, mis padres pasaron por mi casa. Me senté con ellos en la mesa del comedor y mi papá quería contarme un testimonio que acababa de escuchar y que sentía que yo necesitaba escuchar. No estaba de humor para escuchar testimonios de nadie. Pero él, muy dulce y amorosamente, me pidió que escuchara lo que tenía que decir. Todo dentro de mí quería volver corriendo a mi habitación y esconderme bajo las sábanas, pero respeto y amo demasiado a mis padres, así que me resistí y me quedé quieta mientras él comenzaba a contarme lo que había escuchado. Mientras se sentaba a la mesa frente a mí ese día, me habló de un programa de televisión que había estado viendo en el que un predicador tuvo una experiencia con Jesús en la que fue al cielo. Mi papá seguía explicando que el redicador dijo muchas cosas, pero quería compartir conmigo solo una parte. Dijo que el predicador estaba explicando que durante su experiencia en el cielo llegó a un enorme cuarto blanco que casi parecía un enorme almacén. Dijo que este espacio estaba lleno de bebés. El predicador continuó su testimonio diciendo que le preguntó a Jesús por qué estaban allí todos esos bebés, y que Jesús le dio una respuesta. Jesús le respondió explicando que esos bebés estaban esperando a sus madres, y que algunas madres los habían perdido voluntariamente mientras que otras los habían perdido involuntariamente. Dijo que Jesús explicó además que una vez que sus madres llegaran al cielo, se les devolverían. Tan pronto como mi papá pronunció estas palabras comencé a sollozar y de inmediato fui libre de la agonía que había estado soportando. Inmediatamente recibí la paz de Dios de que un día abrazaría a mi hija y que no estaba perdida para siempre. Solo Dios podría haberme restaurado ese día. Dios usó el testimonio de ese predicador para traer sanidad emocional a mi vida.

Tan pronto como comencé a contarle a esta madre dolida sobre Faith y cómo Dios me sanó y cómo su bebé la está esperando, recibí mi respuesta del por qué. No obtuve mi respuesta cuando recibí sanidad ese día en la mesa de mi comedor. Recibí mi respuesta hace ni siquiera una semana. Si no hubiera pasado por lo que pasé con Faith, no habría tenido palabras para expresar al corazón quebrantado de esta madre. Mi testimonio se convirtió en Su mensaje para ella. Lo que no entendía hace casi 22 años, lo entiendo ahora.

Si perdiste a un hijo de manera involuntaria o voluntaria, estoy aquí para decirte que toda esperanza no está perdida. Tu bebé te está esperando en el cielo. Tu seguridad de esto es vivir en una relación con Jesucristo. El es nuestra única esperanza, El es nuestra sanidad, El es nuestra fuerza, El es nuestra paz!

A veces pasaremos por temporadas difíciles en nuestras vidas. Temporadas en las que no tenemos las respuestas que queremos. Temporadas donde sentimos que Dios está en silencio. Estas temporadas son aquellas por las que preferimos no pasar, pero es a través de estas temporadas es que tenemos la oportunidad de acercarnos más a Dios y permitirle que nos fortalezca y que nuestra relación con Él sea más fuerte. Si estás pasando por la temporada del “por qué”, te animo a que no te rindas. Las motivo a buscarlo más que nunca porque verdaderamente, ¡Él es nuestra única esperanza! Cuando lleguen las temporadas difíciles, elíjalo a Él y no a sus sentimientos o emociones. Elija presionar en Él porque es

posible que no entienda el por qué ahora, pero entenderá en Su tiempo perfecto.

Hoy estoy agradecida por Faith aún más que antes. Si no fuera por ella, no tendría una historia de esperanza en medio de la pérdida para compartir.

Creer, esperar y confiar en Dios con cada fibra de tu ser no siempre es fácil, pero vale absolutamente la pena. Se necesita una mujer audaz para apoyarse en Dios cuando se desconoce el por qué. Cada una de nosotras pasamos por diferentes situaciones, cada una de nosotras experimentamos diferentes momentos difíciles, pero necesitas saber que tienes un mensaje dentro de ti. Dios quiere usar tu historia para ayudar a otras mujeres que están pasando por lo que tú estás pasando o has pasado. Por lo tanto, se audaz y confía en Aquel que te da esperanza.

Con amor,

Mimi